3 de diciembre de 2008

Noches

Ansiosamente esperaba esas noches, noches creadas para el hombre, noches gozadas y sufridas por el hombre, noches creadas por un dios, ese mismo dios que creyó en el hombre y creyó en el amor. Noches tan pocas pero tan especiales, que arriesgaría todo por ellas, pues poseían ese algo especial, esa esperanza que tanta falta hacía.


Recostado en el suelo, su cama, la observaba asomarse poco a poco, sin prisa, sin inhibiciones, natural y cautivadora, frágil y poderosa, con un brillo especial, diferente cada noche. Y ahí permanecía, quieta, como si flotara, como si esperara que él la llamara. Y él la observaba, embelesado ante tanta belleza, como si fuera la primera vez que la viera en su corta y larga vida.


Y recordaba… ¡cómo recordaba!


Noches llenas de alegría, oyendo canciones de cuna de labios de su madre, de su santa madre, mucho tiempo antes de vivir aquél infierno, de seguir viviendo en él. Cuando su vida aún le pertenecía y hacía de ella tantas cosas, y tan grandes. Fue abogado, ingeniero, médico, mago, malabarista y panadero. Viajó a Marte y al centro de la tierra, y ese mismo día conquistó los imperios más poderosos de la tierra, cuyas lenguas hoy ya no existen.


Noches en vela, sin poder dormir, ni poder rezar, pues su dios parecía haber huído hacia mundos mejores, más justos, más humanos… la preocupación y el terror lo eran todo esas noches. Su padre y sus hermanos perdían la fe, la vida y la guerra a cientos de kilómetros de distancia. Y él se perdía en su juventud, en sus miedos, sin ilusiones a las cuáles aferrarse, sin un poco de esperanza.


Noches de dolor, en las que veía un nuevo sol sentado en el mismo lugar donde había visto morir al sol del día anterior, pensando, escribiendo sin escribir, versos de amor y de pasión no correspondidos, frases del más puro dolor, palabras de incertidumbre. Las noches eran un ir y venir de emociones encontradas, ya familiarizadas, que no podían ser expresadas ahí afuera, a plena luz del día.


Noches perdidas en brazos de alguna mujer, noches llenas de una falsa alegría, de una falsa satisfacción, con alguna amante en turno, compañera de un mismo recuerdo, de un mismo pasado, de un mismo dolor.


Y en un instante la noche vencía, y ella, con un mismo brillo, se marchaba. Aún sin prisa, sin arrepentimientos ni reproches, tan pura como había llegado. Se iba como prometiendo volver, y volvería. Y la cuenta regresiva empezaba de nuevo… contaba y esperaba, moría y renacía.


Y sin faltar a un acuerdo escrito antes del tiempo, ella estaría ahí, aparecería precedida, como siempre, de un brillo especial y subiría lentamente desplazando a su pedazo de noche.


…y siempre había una esperanza, siempre habían recuerdos, siempre había una vida, siempre… en esas noches de luna llena.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Kien era y por ké se fue?
Lindo escrito chamaka!!!!

Letra por letra, más cerca de lo ke kieres decir.

Abrazote

AnaJ. dijo...

Gracias!
No te sabría decir porque cada vez que lo leo descubro algo nuevo en él :)
Creo que tal vez de eso se trata un poco, de que te imagines la historia que hay detrás...
Si alguna te parece interesante, te invito a que me la cuentes!!
Besos,
Ana