3 de junio de 2009

Locura

Enloquecí.

Imaginé que tu forma de mirarme era especial, única. Imaginé que tus ojos me contaban una historia. Imaginé que sonreías por mí, para mí. Imaginé también que tus manos intentaron alguna vez encontrar las mías, y que no las soltaban, mientras imaginaba que tu cuerpo se acercaba al mío.

Y de pronto no pude imaginar más... ahí estabas, frente a mí. Sin verme siquiera, soltando mis manos, alejando mi cuerpo. No supe cuestionar la realidad, tu realidad, confrontarla con mi realidad inventada. Entonces supe que te había imaginado... y que te creí verdadero.

Enloquecí, no había otra salida: no eras real.

Y decidí aceptarlo, revertir la mentira que me conté a mi misma, que me creí toda. Entonces él llegó. Testigo de mi locura. Y me dijo que no te imaginé, que no imaginé tu mirada ni tu sonrisa. Que tus manos buscaron las mías hasta encontrarlas y nuestros cuerpos se unieron en un baile que duró en un instante toda una vida. Eras real... eres real. No estoy loca. Eres real y estás ausente... escapando de mí y de ti. Y no sé quién eres.

Era mejor haberte imaginado.

Era mejor saberme loca.