18 de septiembre de 2009

Sed

Camino sola por la orilla de un mar oscuro. Las olas danzantes llegan hasta mis pies, en un pobre intento de hacerme compañía. Escucho mi nombre susurrado por el viento, ahí muy lejos, a través del mar.

¿Alguna vez le has contado tus secretos al viento? ¿Le contaste sobre mí, le dijiste mi nombre?

Mis pensamientos están ahora llenos de recuerdos sobre tí, creo que te has puesto de acuerdo con el viento para que me hable al oído sobre tí. Y con el mar, pues alguna vez tú me lo dijiste. Que desnudaste tu alma, que desnudaste tu cuerpo.

Y es ahora el mar quien me acaricia lentamente, quien me invita a conocer sus profundidades. Para poder sentirme como tú me sientes. Para imaginar que estoy contigo.

Pero yo sigo caminando, ignorando al viento susurrante, al mar incitante.

Sed.

Lluvia.

El viento me conoce. Caen gotas de nubes nuevas. Una, dos, veinte, mil. Gotas frías, que buscan saciar mi sed. Y sigo caminando. Con los brazos extendidos y el rostro hacia el firmamento. Esta lluvia es perfecta. Cortina de agua, sin destellos de luz, sin quejas del cielo.

Tantos recuerdos.

De mi soledad escondida tras un árbol, esperando el momento oportuno para volver a mi lado: cuando tus labios se separaran de los míos, cuando el viento dejara por fin de contarme tus secretos, cuando el mar una noche se secara, cuando por fin mi sed de tí se saciara.

Vuelvo ahora sobre mis pasos. Aún es de noche y llueve. Aún me llama el viento, aún existe el mar.

Sed.

Tú.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Caminando a veces puede que la soledad desista de volver a atraparnos pues no puede ver cómo es que nos movemos cuando estamos con pasos acompañados bailando bajo la lluvia....

Te quiero querida...

Te imagino feliz y mi corazón sonrie...